“CORNELIA FRENTE AL ESPEJO”: DE LO IMPOSIBLE DE SILVINA OCAMPO; DE CUANDO EL CINE SE VUELVE LITERATURA O LA LITERATURA, CINE.
Escribo
este artículo con desconcierto y con un mordaz sentido de responsabilidad.
Haber leído e investigado las páginas Silvina Ocampo, cual acosador literario,
me llevan a tratar de hacerle justicia a sus textos cuandoquiera que
hablo/escribo sobre ellos. Aún cuando no escribo ahora sobre uno de sus textos,
sí lo hago.
El
sábado 20 de octubre de 2012 se estrenó, en la ciudad de Rosario, el film
independiente “Cornelia frente al espejo” (maldito corrector que se empecina
travestir el nombre de la protagonista). El mismo fue dirigido por Daniel
Rosenfeld, quien también co-guionó el film junto a Eugenia Capizzano, quien
también lo protagoniza.
Quien
suscribe escribe tuvo la suerte de ir a la función del domingo 21, día
en que el cine “El Cairo” se engalanó
con la presencia del director y las magistrales actrices Eugenia Capizzano y
Eugenia Alonso (esta última, intérprete de “La mujer”).
La
particularidad de esta adaptación, en un mundo de adaptaciones literarias al
cine, es la traslación de trozos íntegros de diálogo del cuento original a la
pantalla. Quien leyó o releyó el cuento antes de ir a la función no puede
obviar que Capizzano repite lo que dice Cornelia en la página como si recitara
un salmo. Salvo porque no lo repite de memoria, lo repite como una actriz en
serio: las palabras tienen encanto, tienen musicalidad, convencen. Resuena de
fondo “Pierre Menard, autor del Quijote”, de J. L. Borges.
Como
espectador-lector/amante-crítico-lingüista-ser humano me pregunto: ¿qué puede
haber llevado a los guionistas a hacer una adaptación literal? Y, como frente a
un espejo, me respondo: la búsqueda de la diferencia respecto al cine más comercial,
de nuevas formas de hacer cine – que es siempre la finalidad del cine
independiente. Pero va más allá de eso: se las ven con la dificultad
(¿imposibilidad?) de decir lo que dice Silvina de otra manera igual de bella dentro
del mismo sistema lingüístico, la imposibilidad de crear una nueva prosa
poética que cuente la misma historia. Se agradece la valoración del texto.
El
film es, sin duda, un ejercicio de paciencia. Las escenas duran, no hay cambio
de planos demasiado seguido como en la mayoría de las películas. Sin duda el
cinéfilo promedio tiraría la toalla a los primeros quince minutos. Y claro: es
una película que se funde con una obra literaria, que adquiere cierta dinámica
teatral pero que, en último término, no lo es. Y para colmo se funde con la
literatura de Silvina Ocampo, que tampoco es una literatura atrayente para el
lector común. Con lo cual: si estás esperando con ansias el estreno fílmico de
“50 sombras de Grey”, no es un film para vos.
Aún
así: yo la recomiendo. Uno no puede dejar de revivir su pasión por Silvina al
ver la película, de odiar o amar sus invenciones retorcidas, de descubrir a
Cornelia (o descubrirse) junto con Cornelia, de perderse en su mar de
divagaciones cuando se para frente al espejo. ¿Es un mar de divagaciones de Cornelia
mirándose al espejo, un simple y complejo fluir de la conciencia? ¿Estamos
inmersos en el mundo onírico, como la
Alicia de Lewis Carroll? En la literatura de Ocampo, (casi)
todo puede ser. Nada es absoluto, nada termina de cerrar por completo. ¿Bebe
veneno la protagonista? ¿Entra un ladrón a la casa? ¿O es éste, junto con los
otros personajes, un recuerdo? ¿Será una invención? ¿Será que los seres la
interrumpen en el plano de lo real? El film, como el cuento, nos mueve todo el
tiempo entre el plano de lo real y el plano de la fantasía, de manera que se
dificulta dilucidar qué o quién es real o no. La única trama concreta que se
puede extraer es: “Una mujer joven y rica va a una casa vieja (significativa
para ella) a intentar suicidarse. Se mira a un espejo. Es continuamente
interrumpida por otros seres o por sí misma.”
Todo
esto, que en el cuento está – paradójicamente – muy claro, es otra dificultad a
la hora de transferir la palabra a la imagen. El poder de abstracción de la
palabra supera al de lo visual. Y aún así la película sale airosa de este
entuerto también: los sucesos toman lugar luego de que Cornelia (¿será
Capizzano?) se mira en el espejo, con lo cual los interrogantes mencionados (y
muchos otros) se suceden uno tras otro como una erupción volcánica.

La
atmósfera de la película es tan etérea, tan oscura y diáfana, que el espectador
cree estar viendo un sueño, o incluso estar soñando. La película, a través del
cuento, interpela todo el tiempo al espectador, lo interroga, lo suscita. Uno
es Cornelia, es el ladrón, es “la mujer”, es Cristina, es el amante. Como en
los sueños, las criaturas que aparecen tienen algo del que sueña, son una parte
o el todo del que está soñando.
Pocas veces he quedado
aturdido por una película: ésta es una. ¿Pero eso no es acaso una ilusión, un
sueño? ¿No es eso lo que genera el cuento? Pero, ¿el cuento no es la película?
¿La película no es el cuento? ¿Quién soy yo? ¿Soy Cornelia, el ladrón? ¿Soy el
cuento o la película? ¿Qué soy?
Enlaces de interés:
Sitio oficial
Facebook oficial
Ficha en el website “Cine Nacional”
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Redacción por Federico M. Bones.
Ninguna de las imagenes publicadas me pertenece, y no se incluyeron con finalidad de lucro alguna.
Muy buena crítica. Se nota que te movió el piso ver este film. Además la atmósfera de ese día nos acompañó por completo: la tormenta.
ResponderEliminarGracias por escribir tan hermoso sobre Silvina y la película. Ni hablar de que fue un ejercicio de paciencia, te cito. Lo reconozco en mi caso, aun si me gustó mucho la adaptación. Hubiera preferido una obra de teatro. Pero esa ya es mi opinión...
Gracias Dee!! Claro que nos acompañó la atmósfera. Cuando salimos la tormenta ARRECIABA, eran fuentones de agua (no baldes, fuentones).
ResponderEliminarEstoy a la espera de algo nuevo sobre lo cual escribir, pero no aparece. Capaz cuando empiece con Felicitas pueda.
Besos.